Breve historia de la Academia de Caballería
			            Este artículo reproduce el texto que se insertó en el programa de mano del concierto "Sones de Caballería". Fue la primera actividad llevada a cabo para celebrar el 175 aniversario de la creación del Colegio de Caballería (R.D. de 5 de noviembre de 1850), que se instaló en el antiguo edificio de la Universidad de Alcalá de Henares. En 1967 sería llamada por primera vez Academia de Caballería, nombre que mantiene hoy, después de diversas alternativas.

La Academia de Caballería tiene como principal misión proporcionar una formación integral, basada en la adquisición de virtudes y adaptada a los previsibles escenarios de empleo, a los futuros oficiales y a los futuros suboficiales de la Especialidad Fundamental Caballería, tras su paso por la Academia General Militar y la Academia General Básica de Suboficiales, respectivamente. Además, en ella se imparten los cursos de perfeccionamiento necesarios para oficiales, suboficiales y tropa de las unidades de Caballería.
Ubicada en Valladolid, cuenta con dos establecimientos: «General Shelly», situado al inicio del paseo Zorrilla y frente al Campo Grande, y «Teniente Galiana», en el Pinar de Antequera.

Los alumnos que se forman para ejercer el mando como oficial –caballeros y damas alféreces cadetes– realizan en la academia el último curso de formación antes de ser promovidos al empleo de teniente de Caballería. La formación de los caballeros y damas alumnos que ejercerán el mando como suboficial consta de tres cursos, que se desarrollan casi íntegramente en este centro docente; el último de ellos como sargentos alumnos, antes de ser promovidos al empleo de sargento de Caballería.
La denominación de cadete deriva de un vocablo francés, concretamente del Languedoc. En lengua D´hoc, cap d´ostau o cap de maison designaba al jefe de la casa, título que también se daba al primogénito de una familia en ausencia del padre; al segundo hijo, y por extensión a los demás, se les denominaba capdel o capdet. Una traducción al castellano, sincrónica con la Edad Media, sería la de «segundón». En la forma o significado actual, se empleó en España por primera vez a principios del siglo XVIII para designar a los aspirantes a oficial, que se formaban en los regimientos de Caballería e Infantería.
Fue Felipe V quien, en 1722, instituyó la clase de «cadetes de cuerpo» para el ascenso a oficial de las «armas generales». En cada regimiento un «maestro de cadetes» –capitán– se encargaba de su enseñanza hasta que se produjera una vacante en su propia unidad; entonces, el aspirante más antiguo, si tenía la edad exigida y había completado su formación, ascendía a oficial. Era una nueva forma de hacer mandos, desde luego barata. Pero no era la única, pues los sargentos primeros también podían lograrlo. Ambas procedencias no eran las más adecuadas para acceder a los empleos superiores. Si se pertenecía a la alta nobleza o se era hijo de persona influyente y rica se podía obtener el empleo capitán a cambio de proporcionar determinadas prestaciones al Ejército.

La creación del Colegio General Militar en el Alcázar de Segovia, por orden del 20 de diciembre de 1824, recuperaba la ilusión de los Ilustrados del siglo anterior por desarrollar adecuadamente la enseñanza militar. La Primera Guerra Carlista hizo evidente la necesidad de tomarse en serio la reforma del Ejército y, como consecuencia, la adecuada formación de los futuros mandos. Pero no hubo unanimidad para abordar este problema. En Caballería se consideraba prioritario la centralización de la instrucción, pues eran conscientes de su dificultad. Nombrado Inspector de Caballería, el general Valentín Ferraz y Barrau fundó en Alcalá de Henares el Establecimiento Central de Instrucción de Caballería en 1842. Retirado de la vida pública el citado general, hubo dos inspectores de Caballería que se distinguieron por continuar el proceso renovador del Arma. Fueron los generales Shelly y de la Concha. Es la época de los moderados, que culminaron la labor iniciada por los ilustrados a finales del siglo anterior. Entonces, el general Ricardos había fundado en 1775 la Real Academia y Picadero de Ocaña para la formación de oficiales; fue seguramente la primera de Caballería constituida en Europa con una concepción integral de la educación y métodos de enseñanza modernos. Pero sería suprimida en 1885.

Ferraz quería que los oficiales iniciaran la carrera de las armas desde abajo y no era partidario de su formación en una academia. En cambio, los moderados sí eran partidarios de la enseñanza y ascenso a oficial desde las academias y, además, querían que éstas fueran específicas. Por ello, Shelly puso todo su empeño en lograr la emancipación de los jinetes, vocablo utilizado en aquellos años para expresar el deseo de que se considerase a la Caballería como Arma «ilustrada» con su propio centro de enseñanza. Al fin y por un real decreto de 5 de noviembre de 1850, se cumplió tal pretensión, pues se suprimió el Colegio General Militar (entonces en El Alcázar de Toledo) y se crearon los Colegios Militares de Infantería, en Toledo, y Caballería, en Alcalá de Henares. El nuevo centro de enseñanza de Caballería se instaló en el viejo edificio de la famosa universidad fundada por el cardenal Cisneros en 1499.

El general Shelly, entonces director general de Caballería, expuso al ministro de la Guerra la necesidad de trasladar el colegio a una ciudad donde fuese más considerado y mejor recibido, ya que el edificio estaba en ruinas y, al no ser propiedad del Estado, no se debía gastar en él sumas de consideración. Situación que se resolvería con el traslado del colegio a Valladolid en 1852. En esta ciudad, se instaló en un edificio que se había construido para «presidio modelo». Las eficaces gestiones de dos próceres de la ciudad: el diputado a Cortes por Valladolid Benito Fernández Maquieira y el ministro de Fomento Mariano Miguel de Reinoso Abril, que había sido su alcalde, favorecieron el traslado. Pero también es justo destacar el apoyo económico y las facilidades que ofreció el equipo que dirigía el ayuntamiento vallisoletano, con su alcalde a la cabeza, Calisto Fernández de la Torre. El penal, acabado de construir dentro de los terrenos conocidos como Campo de la Feria, era un octógono sin ventanas al exterior. Estaba formado por ocho trapecios adosados con patio interior, que a su vez formaban un gran patio central, también octogonal.


En 1861 (R.O. del 3 de agosto) se incorporó al colegio desde Alcalá de Henares, la Escuela General de Caballería (herradores, picadores y desbravadores). Se le llamó entonces Colegio y Escuela General de Caballería (R.O. del 10 de agosto), pero recibiría el nombre de academia en 1867.
En 1870, fue reorganizado el centro que tomó el nombre de Escuela Militar de Caballería. Un cambio radical en la enseñanza militar se produjo en 1882 cuando se creó la Academia General Militar –primera época– en Toledo. Para ingresar se exigió un programa muy próximo al que se había adoptado en la de Caballería, ya que era término medio entre el de Infantería, cuyos concursos fueron más numerosos, y los más extensos de los cuerpos facultativos: Artillería e Ingenieros. El problema era que, si se exigían los estudios de segunda enseñanza, se temía que muchos militares no podrían dar a sus hijos esta carrera por dificultades económicas.

Los abusos en la promoción de oficiales desde diferentes procedencias continuaron hasta 1887, año en el que se suprimieron los oficiales de gracia. Las Cortes de Cádiz ya habían suprimido las pruebas de nobleza, por lo que sólo se exigía limpieza de sangre para ingresar en el colegio, requisito que también se abolió en 1865. Los «cadetes de cuerpo» reaparecieron en 1857 –24 de febrero– e incluso se redactó un reglamento para ellos en ese mismo año. Suprimidos al año siguiente, con la revolución septembrina se volverán a establecer, pero esta vez por agradecimiento a los servicios prestados y con la consideración de circunstancia especial.
El «sistema mixto» de academias general y especiales sería suprimido por el general López Domínguez (R.O. del 8 de febrero de 1893), con la disculpa de que supondría un ahorro del 19%; pero detrás de este argumento, estaba el deseo del general de tener todas las atribuciones en su mano como ministro de la Guerra. Por R.O. del 29 de julio de 1908, se estableció el internado en la academia, que sería obligatorio desde el principio del curso –septiembre– para los ingresados en ese año.
En 1911, se efectuaría una gran reforma de la enseñanza militar; fue implantada progresivamente durante los tres años siguientes a causa de las dificultades económicas. Se llevó a cabo a pesar de que se hizo bajo tres gobiernos diferentes: Canalejas, Romanones y Dato. Como era previsible, no faltó alguna modificación al proyecto inicial. Esta reforma, proyectada por el general Luque (R.D. de 6 de diciembre), comenzó por modificar el sistema de ingreso en las academias militares. Los aspirantes se agruparían en tandas, cuya fecha de presentación se obtendría por sorteo y se llevaría a cabo durante todo el mes de julio. Se señaló como edad mínima para ingreso los 15 años; sin embargo, los aspirantes podrían presentarse a examen de las asignaturas de cultura desde los 13 cumplidos y, del resto, con un año más. La edad máxima de ingreso para los paisanos se fijó en 21; si pertenecían a la clase de tropa y llevaban menos de dos años de servicios, se les concedían tres oportunidades más, hasta los 24. Con más tiempo de servicio, podían presentarse hasta los 27. Las asignaturas fueron reunidas en dos grupos. El primero de asignaturas culturales y el segundo de matemáticas.

Este plan de estudios estaba vigente cuando se produjo el gran incendio que destruyó la Academia de Caballería. Comenzó en la madrugada del día 26 de octubre de 1915; a consecuencia del cual, el Octógono, después de tres días, quedó prácticamente destruido. El 20 de noviembre, se constituyó una junta compuesta por representantes del ministerio de la Guerra y del ayuntamiento de Valladolid a fin de dar solución al problema causado por la destrucción del Octógono. Como resultado de su gestión, se decidió la construcción de la nueva academia, que se pudo empezar en 1921, sobre el mismo terreno del Octógono. Se encargó de redactar el proyecto, el capitán de Ingenieros José de la Gándara Cividanes, que lo entregaría en febrero de 1918. Pero no contó con la aprobación de sus superiores de la Comandancia de Ingenieros de Valladolid, a la que estaba agregado y que debían dar su aprobación. Según informó el coronel Maldonado, jefe del citado organismo:
…los planos son muchos y detallados, están artística y lujosamente dibujados y presentados, pero en los demás documentos, memoria descriptiva, pliego de condiciones facultativas y presupuesto se notan sensibles omisiones y deficiencias que deploramos muy sinceramente tener que indicar.
Con todo, el proyecto fue aprobado (R.O. de 19 de agosto de 1918), pero:
…ordenando al propio tiempo se hiciesen en el mismo algunas modificaciones, con arreglo a lo indicado en su informe por el ingeniero comandante de Valladolid y a instrucciones que se darían por el Ministerio de la Guerra.

Como consecuencia, el encargo de su construcción pasó al capitán de Ingenieros Adolfo Pierrad Pérez el 28 de marzo de 1919. El 1 de marzo de 1924, se inauguró el internado de alumnos –acto presidido por infante Fernando de Baviera y Borbón en representación del Rey Alfonso XIII– que fue bendecido por el arzobispo de Valladolid, Remigio Gandasegui Gorrochategui. Volvió a establecerse entonces el internado obligatorio de los alumnos. El 19 de diciembre de 1928, se ocupó el edificio principal, que contenían las aulas y otras dependencias de la nueva academia, día en que el comandante de Caballería Casimiro Gimeno Bayón hizo entrega de las llaves de la casa número 22 de la plaza de Tenerías al ayuntamiento; se había utilizado para los cometidos de administración y enseñanza. Al cabo de trece años y dos meses, la academia volvía a estar reunida en un nuevo conjunto de edificios, entre los que destaca el edificio principal, con una magnífica fachada de estilo ecléctico inspirado en el renacimiento español.
Por R.D. del 20 de febrero de 1927, se organizó de nuevo la Academia General Militar –segunda época– en Zaragoza. Pero, con el advenimiento de la II República, se decretó su supresión. Las de Caballería e Intendencia fueron trasladadas al Alcázar de Toledo, junto a la de Infantería. La Academia de Artillería recibiría en Segovia a la de Ingenieros, mientras que la de Administración Militar se trasladó a Madrid. Se estableció que la carrera durara cuatro años. Al finalizar el tercero, los alumnos recibirían el despacho de alférez y, aprobado el cuarto, ascenderían a tenientes de su Arma o Cuerpo.

Después de la Guerra Civil de 1936 y por decreto del 4 de junio de 1939, la Academia de Caballería regresó a Valladolid y se convirtió en centro de transformación para convertir en profesionales a los alféreces provisionales.

En el año 1944, se incorporaron a la academia los primeros nueve caballeros alféreces cadetes procedentes de la Academia General Militar –tercera época. Para ingresar en esta última habían tenido que aprobar una dura oposición de seis exámenes. Al terminar con éxito dos cursos de un año, los alumnos de Caballería ascendían a alféreces y se incorporaban a la academia del Arma en Valladolid. Volverían a la Academia General Militar, antes de salir tenientes, en un «segundo periodo» de seis meses. La misión de la academia sería: continuar la preparación moral y física de los caballeros alféreces cadetes que en ella ingresen, procedentes de las academias General y Militar de Suboficiales. Específicamente, se debía proporcionar a los futuros oficiales la cultura profesional necesaria para ejercer el mando de escuadrón o unidad similar y alcanzar, en su día, los empleos superiores. A Valladolid también fueron, por tanto, los suboficiales que aspiraban a integrarse en la escala superior, después de ingresar y acabar con aprovechamiento dos cursos de un año en la academia para ellos establecida en Villaverde (Madrid).
Se exigió el bachiller completo para presentarse en la AGM. La oposición de ingreso se hizo cada vez más dificultosa y llegó a alcanzar en la década de los 60 una proporción de uno por cada nueve presentes en el primer ejercicio. En consecuencia, el nivel de conocimientos del alumno que llegaba a Valladolid se hizo todavía mucho mayor, por ser la Caballería un Arma preferida y con pocas plazas; sólo los que alcanzaban un buen número de ingreso podían optar a ella. De todas formas, durante algunos años, se pudo repetir para escoger el Arma de preferencia y algunos lo hicieron.
La renovación de la Caballería a partir de los años 60 fue ya radical. Los medios mecanizados se estudiaban con gran extensión y a fondo. Se supo hacer compatible y conservar e infundir a los alumnos el tradicional «espíritu jinete», al tiempo que se les enseñaba a manejar con soltura este nuevo «sistema de armas». La equitación se mantuvo como deporte y, fundamentalmente, para inculcar a los futuros mandos el citado espíritu, que se considera imprescindible. Tímidamente, se comenzó a tener en cuenta en los temas tácticos un nuevo medio: el helicóptero. En un principio sólo teóricamente; por ello, no se reflejaba en el plan de estudios, que ya comprendía todo lo referente al Arma Acorazada.
En la década de los 70 del siglo pasado, se llevó a cabo una gran reforma de la enseñanza militar. Lo más significativo fue que los suboficiales iban a contar también con su academia general, creada el 31 de mayo de 1974. Se organizó en Tremp (Lérida); además, se les concedería la posibilidad de ascender a oficial a través de la nueva Escala Especial de Mando. La Escuela de Aplicación de Caballería y Equitación del Ejército y la Academia de Caballería se unirían en Valladolid; teóricamente ya lo estaban desde el 20 de febrero de 1964, pero con la academia como una sección más de la escuela. La unidad de instrucción de la Escuela de Aplicación, que se encontraba en Hoyos de Manzanares, se transformó en regimiento de instrucción y se trasladó a Valladolid. Se instaló en el acuartelamiento que el Ejército del Aire había construido en el Pinar de Antequera (O. EMC. I.G. 172/191 del 8 de junio de 1972). Se daba así el primer paso para la unión efectiva de la escuela y la academia. El Ayuntamiento de Valladolid, consciente de la identificación de la ciudad con la academia, donó un estandarte al regimiento de instrucción en un emotivo acto el día 9 de noviembre de 1973. La citada unidad recibiría el nombre de «Calatrava número 2» en 1974. En ese mismo año, la escuela volvería a Valladolid, después de casi un siglo; su sección de equitación no se integraría y, junto con el Depósito Central de Remonta, formaría la Unidad de Equitación y Remonta.

Dos nuevas clases de alumno se incorporarían a ella, compartiendo protagonismo con el cadete, los aspirantes a suboficial y la de los suboficiales a oficial de la Escala Media. Los últimos tres cursos de ascenso a sargentos, antes de la creación de la Academia General Básica De Suboficiales, ya se habían formado en el Regimiento «Calatrava». A partir de entonces, las enseñanzas asignadas a la academia serían las más diversificadas de toda su existencia. Pues se llevarían a cabo la instrucción y cursos de ascenso correspondientes de la Escala de Complemento y otros cursos de ascenso. Con la norma de 26 de mayo de 1988, se articuló y señalaron cometidos al Apoyo a la Fuerza y, en consecuencia, se reformó la estructura y misiones de la enseñanza militar y de la academia. El Regimiento de Instrucción «Calatrava» 2 se transformó en unidad de apoyo y servicios.
Por la promulgación de la ley 17/1989, que regulaba el régimen del personal militar se establecieron nuevos planes de estudio, pero de nuevo, con la ley 17/1999, se volvieron a modificar, a causa de la unificación de las diferentes escalas. Al incorporarse la mujer a las Fuerzas Armadas, egresó de la ACAB la primera sargento en 1994 y la primera teniente en 2006.
Como consecuencia de la adaptación de la enseñanza militar a los acuerdos de la Declaración de Bolonia –ley 39/2007–, se tuvieron que cambiar radicalmente los planes de estudios. Los oficiales debían obtener la graduación en Ingeniería de Organización Industrial y los suboficiales la de Técnico Superior en Asistencia a la Dirección. Recientemente y para posibilitar que los futuros sargentos la citada titulación profesional, se establecieron conciertos con la Junta de Castilla y León para que pudieran impartirse dichas materias en las propias instalaciones de la academia.

Actualmente, sobre el coronel director confluyen dos responsabilidades. A la de enseñanza, se añade la de responsable institucional del Arma de Caballería. Para ello, el director del centro es auxiliado por una Plana Mayor de Dirección, una Secretaría Institucional, un Suboficial Mayor y una Habilitación General. Además, cuenta con la Jefatura de Estudios, que es la responsable de impartir cursos de formación para el ingreso en las escalas de oficiales y suboficiales y de perfeccionamiento para oficiales, suboficiales y tropa de Caballería; también dispone de una Jefatura de Apoyo y Servicios, unidad responsable de prestar los apoyos necesarios para la enseñanza y proporcionar los servicios de acuartelamiento. Por último, un conjunto de museo-biblioteca permite divulgar la historia de la Caballería y gestionar y dar a conocer los fondos museísticos y bibliográficos existentes en el centro.
La academia recibe también la colaboración y apoyo de las unidades de Caballería; principalmente de las ubicadas en Valladolid –Regimiento Farnesio y Grupo Villaviciosa– y emplea los centros de adiestramiento y campos de maniobras y tiro del Ejército.
