
La Caballería española durante el trienio liberal
Por José Javier Rodríguez Pastor
1.- INTRODUCCIÓN

Los seis primeros años del reinado de Fernando VII (1814-1819), conocidos como el sexenio absolutista, se caracterizaron por la restauración de las instituciones del antiguo régimen, la represión de los liberales y una profunda crisis económica motivada por las consecuencias que trajo la Guerra de Independencia y el estado de sublevación que experimentaban gran parte de nuestras colonias en América.
Ante la incapacidad que mostraron los sucesivos gobiernos para resolver esta crisis, se produjeron, durante ese periodo, diversos intentos por parte de las fuerzas liberales de restablecer la monarquía constitucional, reclamada en 1812 por las Cortes de Cádiz, mediante el recurso de los pronunciamientos. Se trataba de buscar apoyos entre los militares "constitucionalistas" (o simplemente descontentos con la situación), para que éstos alzaran en armas a algún regimiento que provocara la sublevación de otras unidades militares y así obligar al rey a reconocer y jurar la Constitución de 1812.
Esta constitución contemplaba, en el ámbito del Ejército, importantes reformas. Aunque el rey mantuviera el mando supremo del Ejército, su actuación, a diferencia del Ejército real del antiguo régimen, estaría sujeta a la constitución y las leyes; las cortes tendrían la capacidad de determinar el número de efectivos, el modo de reclutarlos y reglamentar su funcionamiento, mediante ordenanzas que regularizaran la disciplina, los ascensos, los sueldos y su administración. Todas estas reformas fueron anuladas durante el sexenio absolutista. De nuevo, se abogaba por volver a un ejército estamental donde los empleos superiores eran desempeñados por los miembros de la nobleza, mientras que la tropa provenía de la recluta forzosa, de voluntarios y de los condenados por tribunales al servicio militar. Se impidió el libre acceso de cualquier ciudadano a los colegios y academias militares y a las plazas de cadete, que volvieron a ser un privilegio de la nobleza.
Esta situación provocó el descontento de muchos oficiales, a lo que se sumó el retraso en las pagas de sus salarios (motivadas por la acuciante crisis financiera del reino) y las nulas perspectivas de ascenso debido a la abundancia de oficiales provocada por la guerra. El numeroso grupo de oficiales que se encontraba sin empleo achacó su situación a la política de los secretarios del Despacho de Guerra, que relegaba a los que procedían de la guerrilla, a los que habían ascendido desde soldados y a los que eran tenidos por liberales. Por si fuera poco, la quiebra de la Hacienda obligó a sucesivas reducciones de los efectivos militares. La última tuvo lugar en junio de 1818 y las autoridades absolutistas aprovecharon de nuevo la ocasión para que los oficiales que se quedaban sin empleo fueran mayoritariamente los que procedían de la guerra. Como consecuencia de esta política absolutista, muchos oficiales serían receptivos a las ideas liberales, circunstancia que contribuiría a la posterior implicación del estamento militar en las luchas políticas entre liberales y absolutistas que caracterizaron el siglo XIX español.

Tras cinco intentos fallidos, el 1 de enero de 1820 se produjo, con éxito, el pronunciamiento del teniente coronel Riego. Comenzó en la localidad sevillana de Cabezas de San Juan, donde se encontraban preparadas para embarcar parte de las tropas de la gran expedición de ultramar, destinadas a sofocar la sublevación que se vivía en las colonias americanas. El propósito de Riego era impedir el embarque previsto de la expedición militar y restablecer la Constitución de 1812. Poco a poco, contó con el apoyo de otras guarniciones y surgieron juntas liberales en diversas ciudades del país. Ante la incapacidad del gobierno absolutista para acabar con las sublevaciones, el 9 de julio de 1820, Fernando VII juró solemnemente la constitución ante las Cortes que, de esta forma, quedaban así restablecidas. El 20 de septiembre del mismo año, se determinó que uno de los regimientos de Caballería llevara precisamente el nombre de Constitución, siendo designado para ello el Regimiento de Montesa. Comenzaba el periodo conocido como trienio liberal en el que España estuvo regida por una monarquía constitucional.
Durante estos tres años, el Ejército volvió a experimentar cambios significativos y de nuevo fue reorganizado para subordinarse al poder civil. Se crearon nuevas fuerzas armadas como la Milicia Nacional, un cuerpo de voluntarios armados, que tenía el propósito de mantener el orden público y defender la Constitución contra conspiraciones y levantamientos.
Este periodo también estuvo marcado por conflictos internos con intentonas golpistas del propio rey. En 1822, los enfrentamientos armados entre fuerzas partidarias del rey y las liberales que se inclinaban por la Constitución de 1812 se recrudecieron y desembocaron en una guerra civil. En abril de 1823, la intervención, en apoyo de los realistas, de un ejército francés a las órdenes del duque de Angulema decantó la situación en favor de estos y se puso fin a la experiencia liberal en España. Fernando VII recuperó sus poderes absolutos, anuló la Constitución y prácticamente toda la obra legislativa del trienio; y dio comienzo una dura represión contra los liberales.

2.- ORGANIZACIÓN DE LOS CUERPOS DE CABALLERÍA
El 12 de noviembre de 1820, el rey aprobó un decreto de las Cortes en el que, sin modificar el número total de los regimientos de Caballería, variaba su distribución entre línea y ligera. De los 13 de línea y 9 ligeros organizados en 1818, se pasó a 10 y 12 respectivamente. Los regimientos de línea: Santiago, Costa de Granada y Montesa, fueron transformados en ligeros; este último, como ya se ha dicho, con el nombre de Regimiento La Constitución. Los efectivos de la Caballería pasaron a totalizar 12.475 hombres, de los que 5.100 correspondían a los regimientos de línea y 6.180 a los ligeros.
Otro decreto, aprobado por el rey el 6 de agosto de 1821, confirmó el número de regimientos en 22 y determinó unas nuevas plantillas. Se mantuvo la organización de 4 escuadrones por regimiento y dos compañías por cada escuadrón. La plantilla para la compañía se fijó en 3 oficiales, 68 de tropa y 49 caballos. La fuerza en tiempo de paz para el regimiento se estableció en 36 oficiales, 1 capellán, 1 cirujano, 555 de tropa y 396 caballos.
Tras la aplicación del citado decreto, la Caballería de Línea quedó integrada por los siguientes regimientos:
- Rey, 1.º de línea y de coraceros
- Reina, 2.º de línea y de coraceros
- Príncipe, 3.º de línea
- Infante, 4º de línea
- Borbón, 5.º de línea
- Farnesio, 6.º de línea
- Alcántara, 7.º de línea
- España, 8.º de línea
- Algarbe, 9.º de línea
- Calatrava, 10.º de línea
Mientras que la Caballería Ligera quedaba formada por estos regimientos
Rey, 1.º de ligeros
Reina, 2.º de ligeros
Almansa, 3.º de ligeros
Pavía, 4.º de ligeros
Villaviciosa, 5.º de ligeros
Sagunto, 6.º de ligeros
Santiago, 7º de ligeros
La Constitución, 8º de ligeros
Numancia, 9º de ligeros
Lusitania, 10º de ligeros
Costa de Granada, 11º de ligeros
Voluntarios de España, 12º de ligeros
En 1822 y dentro de un proceso general de reducción del Ejército, se disminuyeron los efectivos asignados a cada regimiento de Caballería; se redujeron a 411 jinetes de tropa y 307 caballos.
En 1823, a pesar de los sucesos que desde marzo de este año empezaron a producirse, la Caballería no se vio afectada por nuevas modificaciones, sin embargo, la entrada del Ejército francés favoreció la organización de cuerpos francos y partidas que fueron incorporándose a las tropas de Angulema; la Junta de Regencia absolutista se vio obligado a regular por un reglamento provisional por el que los regimientos de Caballería deberían componerse por una PLM (con un total de 24 hombres, 12 de ellos jefes y oficiales) y 4 escuadrones. Cada escuadrón de dos compañías y cada compañía con 1 capitán, 1 teniente, 1 alférez, 68 de tropa y 60 caballos. Plantillas estas muy parecidas a las de 1818.
Liberado el rey el 1º de octubre de 1823, la desconfianza del monarca hacia gran parte del Ejército motivaría que, por R.O del 15 de noviembre, se disolvieran los siguientes regimientos de caballería:
- Rey, de Línea
- Reina, de Línea
- Príncipe
- Infante
- Farnesio
- Alcántara
- España
- Santiago
- Constitución (Montesa)
- Numancia
- Lusitania
- Sagunto
- Calatrava
- Borbón
- Costa de Granada
3.- UNIFORMIDAD
La organización expuesta en agosto de 1821 se complementó con la R.O. del 20 de septiembre en la que se determinaron los nuevos uniformes del Arma.

Soldado Regimiento Algarbe, 9º de Línea, 1822. Uniforme de parada
La Caballería de Línea cambió sus casacas azul turquí por otras de color amarillo limón, con vueltas, cuello y vivos carmesí. El pantalón se mantuvo en color gris, adornado con dos tiras de paño carmesí para las ocasiones de gala. Las botas altas fueron sustituidas por botines cortos de cuero negro y, como prenda de cabeza, se adoptó un casco de metal dorado con carrilleras metálicas, cola de caballo y plumero encarnado. En la parte frontal del casco figuraba, calado, el número de regimiento. El "schabrack" o caparazón de la montura era de color azul oscuro con galón blanco. Mismos colores para la maleta de grupa, de hechura cuadrilonga, en cuyos costados se mostraba el número del regimiento.

Trompeta Regimiento España, 8º de Línea, 1823. Uniforme de parada
Si bien la R.O. de uniformidad determinaba para los trompetas el mismo uniforme que para el resto de la tropa, en abril de 1822, este aspecto fue modificado y, en aras a su mejor identificación en el campo de batalla, se estableció que cambiaran el color amarillo de las casacas por el carmesí, con forro, vueltas y cuello en amarillo limón.
Como caso particular, los dos regimientos de coraceros continuaron con su tradicional casco de hierro con cimera de latón adornado con un plumero blanco; casaca de paño encarnado; pantalón gris para diario, blanco para parada y botas altas hasta la rodilla.

Portaestandarte Regimiento de Coraceros de la Reina, 2º de Línea, 1822. Uniforme de parada

Trompeta Regimiento de Coraceros del Rey, 1º de Línea, 1822. Uniforme de parada
En cuanto a los uniformes de la Caballería Ligera, las nuevas casacas se mantuvieron cortas y de paño color vede oscuro, pero las vueltas, el cuello y los vivos, pasaron a ser de color carmesí. El pantalón continuó siendo gris, incorporando dos tiras de color carmesí sobre las costuras laterales. Como prenda de cabeza siguió usándose el chacó propio de los cazadores, que, con el tiempo, se convertiría en una prenda característica y tradicional de la Caballería Ligera. Para las ocasiones de gala, se adornaba con un plumero de color rojo. La maleta de grupa, de forma cilíndrica, era de color verde con vivos blancos, al igual que el "schabrack" que cubría la silla de montar. En las puntas traseras de éste y en los lados de la maleta, figuraba el número del regimiento.

Soldado Regimiento Constitución, 8º de Ligeros, 1822. Uniforme de parada
Al igual que para la Caballería de Línea, en abril de 1822 se estableció que los trompetas llevaran las mismas prendas que el resto de la tropa pero con los colores de la casaca trocados.

Trompeta Regimiento Costa de Granada, 11º de Ligeros, 1823. Uniforme de parada
Fuentes consultadas:
- El Ejército de los Borbones Tomo V. Gómez Ruiz y Alonso Juanola
- El Ejército y la Armada. Manuel Giménez González
- Estados Militares de España años 1819-1824
- Álbum de la Caballería española del conde Clonard
- Wikipedia
