Plan Manstein. Campaña de Francia 1940
Por Diego Gimeno García-Lomas

1.-La "guerra relámpago".
En Gran Bretaña, país que inventó el carro de combate en la I Guerra Mundial y el primero en emplearlo en masa en la ofensiva de Cambrai, en el año 1916, surgió tras el armisticio de 1919 un núcleo de oficiales emprendedores como Fuller, Lidell Hart y Hobart, que comenzaron a hablar del carro de combate como arma autónoma, desligada del tradicional concepto de acompañante de la infantería, según el patrón francés.

El pequeño Ejército profesional británico acogió bien al principio la idea de una táctica móvil, rápida y que exigía pocos efectivos, pero muy cualificados.
En 1927 se creó una fuerza mecanizada experimental, compuesta por carros, pequeñas unidades de infantería, artillería y apoyo aéreo propio.
Siete años después ya existía una división blindada y nació el Real Cuerpo Acorazado como Arma independiente.

Insignia Regimiento Real de Tanques
No obstante, los mandos más tradicionales se hicieron con el control de las nuevas fuerzas y los entusiastas del carro de combate fueron trasladados a puestos sin responsabilidad.
Perduró la forma, pero no la esencia del nuevo empleo de los carros, y de esta forma, en 1939, los pioneros ingleses habían quedado muy rezagados respecto a sus oponentes germanos.
Francia se aisló de las nuevas corrientes, con una sociedad hastiada de las terribles matanzas de la guerra de trincheras y un Ejército replegado sobre sí mismo, alimentándose durante decenios de la victoria obtenida en 1919. El pacifismo reinante, la engañosa tranquilidad que ofrecía la imponente Línea Maginot, la discontinuidad en la política francesa y el estatismo mental de los cuadros rectores del Ejército francés ahogaron voces como las de Estienne, Maestre y De Gaulle, que abogaban por unas unidades profesionalizada.

El desprecio que sufrieron las ideas innovadoras, pese a las tardías y tímidas reformas iniciadas en 1932, colocó a Francia en 1940 en una desventaja mortal, que pagó bien cara.
Por el contrario, en numerosos oficiales alemanes, la imagen que pervivió del hundimiento del frente occidental en 1918 fue la de una masa de 430 carros de combate ingleses que el 8 de agosto perforó su dispositivo de defensa, desorganizándolo en profundidad. Fue el día negro del Ejército del Kaiser, en palabras de Luddendorf.
La derrota desembarazó a la Reichswerh, las Fuerzas de la República de Weimar, de armas tácticas obsoletas que conservaron sus confiados adversarios victoriosos.
El advenimiento del nacionalsocialismo convirtió la naciente Wehrmacht en un elemento totalmente renovado.
Los viejos generales del imperio de Guillermo II y el conservador Alto Estado Mayor habrían arrinconado la naciente "Blitzkrieg", guerra relámpago, de la misma forma que ocurrió en Inglaterra y Francia, de no ser por el entusiasmo que el propio Hitler depositó en las fuerzas "Panzer".
Todo conducía a que Alemania jugara la carta de un modo de guerra revolucionario y desconocido, tanto como arriesgado y rápido. Pesaban sobre ella el recuerdo de la humillante paz de Versalles; la posición geográfica central entre enemigos, con el fantasma de la guerra en dos frentes; la carencia de grandes espacios para efectuar retiradas; la amenaza de un bloqueo marítimo anglo-francés en caso de contienda prolongada, y la propia mentalidad de Hitler, que pensaba en términos de conflictos limitados, rápidos y decisivos contra víctimas aisladas, con una carga mínima sobre los escasos recursos germanos.
Así, pese a que los aliados prohibieron a Alemania la fabricación de carros de combate, se inició la experimentación con ellos en Kazán, en colaboración con el Ejército soviético.
De ahí se pasó a los carros simulados con cañones de madera, que acabaron por materializarse en un batallón blindado en 1934.

Con el apoyo de Hitler y a pesar del Alto Mando del Ejército, O.K.H., el general Heinz Guderian, verdadero autor de la "Blitzkrieg", llevó adelante la creación de las divisiones "Panzer".
Una nueva elite de soldados a los que caracterizaba su uniforme y boina negros, su concienzudo adiestramiento, su cooperación inter-armas y con la Luftwaffe, que también tuvo un origen y desarrollo clandestino; sus nuevas tácticas de infiltración veloz y explotación máxima del éxito y en palabras de su fundador, Guderian, su fanático deseo de seguir adelante.
Hitler había devuelto a la juventud alemana el sentido del orgullo. Creyente de las guerras cortas, se había puesto a la tarea de moldear su ejército con este objetivo, entrenando a sus jóvenes en tácticas de agresión y de avance y poniendo a sus mejores tropas en unidades totalmente móviles. De aquí que consiguiera crear una nueva clase de ejército, que fue probado junto con sus armas en combate, durante la guerra civil española.
Mientras tanto, Francia iba cayendo en un dulce, mortal sopor, como si le hubieran administrado misteriosamente un beleño y con ello se le fuesen adormeciendo los sentidos. Se hizo popular en toda Francia un dibujo que representaba a los soldados de la línea Maginot dedicados a tejer prendas de abrigo para sus familias, con lo cual se trataba de dar a entender que la tranquilidad de una existencia apacible se había trasladado al frente y que, en cambio, los combatientes auténticos eran aquellos ciudadanos que continuaban asegurando la subsistencia del pueblo francés en los campos de trigo, en los viñedos, los bosques y las fábricas.
2.-Situación del momento.
Pero ¿Qué ocurría en Francia en este tiempo? Políticamente dividido, era un país que temía ser empujado a una guerra, pues aún estaban presentes en el recuerdo las terribles pérdidas sufridas apenas 20 años antes. Y, si bien los generales franceses podían mirar atrás y contemplar los éxitos de 1918, adoptaron el fácil camino de confiar en una política de defensa, encerrados en la llamada Línea Maginot. Sin embargo, los puestos fuertes sólo ocupaban la mitad de la longitud total de la frontera francesa debido a la gran cantidad de dinero que había costado su construcción. Muy poco se había gastado en carros de combate u otro tipo de equipo pesado, que era caro de fabricar. El Ejército del Aire francés era también débil y muchos de sus aviones eran obsoletos. La mayoría de las veces la tendencia había sido la de conformarse con un material que no era de la mejor calidad.

En suma: Francia sufría una malísima preparación moral para la guerra, sus ejércitos se hallaban en grave desproporción de orden material frente a los alemanes, faltaba, por otra parte, una clara doctrina militar en el Estado Mayor y también era condenable la organización del mando supremo.
El Estado Mayor francés vivía flotante en vacilaciones, sin doctrina segura que le asistiese y sin resoluciones firmes. Nadie podía suponer, ni, en efecto, lo supuso que el Ejército alemán cometiera el error de atacar en masa por las fronteras del Rhin, donde había de tropezar con la línea Maginot. El hecho de que Alemania, con su organización Todt, levantara del lado germánico la línea Sigfrido, menos monumental que la Maginot, pero probablemente más adaptada a las armas nuevas, indicaba muy claramente que en las viejas fronteras tradicionales del Este los franceses habían provocado con sus fortificaciones una especie de "tierra muerta", de "horizonte quieto", donde no se proponían atacar ni temían ser atacados. Lanzar un millón de franceses contra la línea Sigfrido hubiera sido una locura que no podía caber ni en la mente del menos discreto de los Generales de Francia; arremeter con un millón de alemanes contra la línea Maginot hubiera equivalido a una demencia que jamás encontró albergue en el pensamiento del más elemental de los generales del Reich. Por consiguiente, si la guerra era auténtica, y algún día tendría que serlo, no cabían otros escenarios que el de la frontera franco-belga o el de Suiza. Este último resultaba mucho menos probable, por consideraciones políticas, diplomáticas y territoriales que no es necesario subrayar.
En las fronteras de Francia con Bélgica estaban los secretos de la batalla. Las líneas de los Alpes, con el Ejército italiano al otro lado, representaban menos riesgo inmediato a consecuencia de la neutralidad de Italia y de las posibilidades de negociación entre París y Roma, que París no quiso o no pudo aprovechar. Fue, por tanto, excelente medida trasladar a la línea del Norte y Nordeste las mejores tropas y el material más potente.

Evidentemente, dice un defensor del General Corap, cuyo frente fue roto por los blindados alemanes en las orillas del Mosa, el punto más vulnerable del frente francés era el camino clásico y tradicional de invasión, que va derecho al corazón de Francia: el de las Ardenas, que se alarga al Oeste del Mosa. Por esa dirección discurren los cauces del Sambre y del Chimay a dar al valle del Oise. Se puede unir Rocroi y Mezières con Sedán para envolver por el norte la barrera del Argona y abrir, sobre el valle del Marne, la ruta de París.
Desde Calais y Dunkerque hasta Longwy, la presencia del séptimo, primero, noveno y segundo ejércitos, más las 10 divisiones de Lord Gort, proclamaba el designio de atribuir a aquellos campos de guerra, tan viejos y siempre tan a punto de reinauguración, la máxima importancia.
Una vez terminado el dispositivo ¿Cuál era el plan, si es que hubo alguno de manera cierta y exacta?

Nos encontramos con la primera hipótesis, que los documentos franceses conocen por el nombre de "Escalda", ya que el propósito se refiere a este histórico río. Si el Ejército alemán atacaba en dirección del Escalda, el Ejército francés entraría en Bélgica para situarse sobre las orillas del mencionado río, formando allí una línea de resistencia, cuyo pivote quedaba fijado en la región cubierta por los Ejércitos de los Generales Corap y Huntziger. El ala de marcha se formaría con las tropas de Giraud, apoyadas por los soldados británicos, y el primer Ejército mandado por el General Blanchard llevaría el peso central del encuentro. Esta "hipótesis Escalda" no estuvo en vigor más que hasta el mes de marzo de 1940. Sin duda, a fuerza de muchas reflexiones y estudios, el Estado Mayor aliado, es decir el Estado Mayor francés, aprobó en marzo otra hipótesis operativa que recibió el nombre del río Dyle. Se habló desde entonces del plan "Dyle", según el cual, el grupo de ejércitos del General Billote, es decir, todo el que se alineaba sobre las fronteras de Bélgica, debía penetrar en territorio belga con mayor profundidad de lo que antes se había pensado, para ocupar un frente jalonado por Amberes, el sector del Dyle, Lovaina, Wavre y Namur.
En un largo despacho que el vizconde de Gort envió al ministro de la Guerra de la Gran Bretaña para darle cuenta de las actividades del Cuerpo Expedicionario, le decía:
Durante los meses de octubre y noviembre de 1939, el Alto Mando francés ha estudiado tres planes alternativos y yo he tratado con el General Georges de la parte que en cada uno de ellos debe tomar el Cuerpo Expedicionario Británico. Según el primero, había de ocuparse la línea defensiva de la frontera, adelantando tropas móviles hasta el Escalda, mientras el séptimo Ejército francés, a mi izquierda, esperaría al enemigo en el frente Messines-Canal del Iser. Este proyecto fue rápidamente reemplazado por otro que consistía en ocupar sólidamente la línea del Escalda propiamente dicha, desde el punto en que corta la frontera sobre Maulde hasta la ciudad de Gante, donde se contaba que cabría enlazar con las tropas belgas.
Últimamente, sin embargo, en vista de las informaciones recibidas acerca de las organizaciones defensivas de Bélgica y de su eficacia para la guerra, el Alto Mando francés opinó que sería preferible tener en cuenta esas defensas y apoyar la resistencia en la frontera del Este y en el canal Alberto
La línea del río Dyle es mejor que la del Escalda, desde el punto de vista militar. Resultaba más corta, ofrecía mayor profundidad y su zona Norte estaba inundada.
Por añadidura, de este modo sería menor el territorio ocupado por el enemigo.
Siguen después detalles minuciosos acerca de la misión que correspondería a cada una de las unidades británicas, si se pusiera en práctica el "plan Dyle", y cuando llega a informar sobre la colaboración belga, comunica en telegrama muy secreto:
A últimos de abril y primeros de mayo recibí diversos informes sobre los sectores en que los belgas levantaban obstáculos antitanques; vi que, sin comunicar noticia alguna al Alto Mando francés ni a mí, han colocado la línea de obstáculos mucho más lejos, hacia el Este, de lo que al principio se había proyectado; concretamente sobre la línea Namur-Perwaez-Lovaina; además, esa línea no ha sido terminada, por varias razones. He hablado de esto con el General Georges.
Aquí acusa levemente el General británico una falta de comunicación abierta y exacta con el Gobierno de Bruselas y con el Estado Mayor del Rey Leopoldo. Parece evidente que, hasta última hora, el Rey prefirió defenderse en las trincheras de la neutralidad y nada en su ánimo le inclinaba a la batalla, por lo cual se resistió bravamente a las reuniones, diálogos y acuerdos que Gamelin y Georges le propusieron.
Los fosos anticarros, a los que el Mando supremo francés atribuía teóricamente mucha importancia, no fueron abiertos con el tiempo necesario ni en las condiciones adecuadas, porque también a última hora, prevaleció el criterio de que no había foso artificial más eficaz que un río y que mientras se pudiera sostener una línea en las orillas de una corriente profunda, no era muy de temer el ataque de las divisiones blindadas. Este error se pagó a precio muy alto durante las jornadas de ruptura que tendrían lugar durante la ejecución del plan.
Lo cierto es que el Mando francés consideraba posible y aun probable, el intento alemán de envolver el dispositivo creado por Gamelin y Georges y ello mediante un inmenso movimiento del ala derecha que, en vez de repetir la maniobra de 1914 sobre los mismos ejes de marcha, trataría de ensanchar el vuelo hacia Holanda y el norte de Bélgica, a fin de conquistar en los primeros momentos las bases marítimas de los Países Bajos y las de la costa belga, tan importantes para la estrategia británica. Esto pensaban los técnicos, pero no perdían por ello la calma, pues existían, a su juicio, tres factores positivos que impedirían un rápido éxito alemán: las inundaciones holandesas, el canal Alberto con las defensas fronterizas de Bélgica y las 20 divisiones del Rey Leopoldo.
Estas 20 divisiones eran lógico motivo de ilusión y entusiasmo, porque dada la escasez de efectivos combatientes en los ejércitos franceses, los 300.000 belgas bien armados, lo del buen armamento era una realidad relativa, representaban un refuerzo de gran consideración. Se daba por consabido entre los jefes franceses que Alemania ensayaría, si al fin atacaba, la aplicación del "". ¿En que consistía y hasta que punto lo siguió el Ejército alemán? Lo explica un profesor de Historia Militar y Estrategia de la Escuela de Guerra de Munich, jefe de Estado Mayor del Ejército durante la contienda de 1914: el Coronel Hierl.

En un estudio que este profesor publicó en Alemania, exponía como Schlieffen aconsejaba una maniobra encaminada al envolvimiento del Ejército francés mediante una marcha del ala derecha y proclamaba la necesidad de invadir Bélgica, porque sin esta condición, todo su proyecto caía por la base.
En 1905, redactó Schlieffen el famoso informe en que razonaba su plan. Al abandonar las funciones de jefe del Estado Mayor alemán, completó sus trabajos tácticos y estratégicos con diversas publicaciones que alcanzaron gran resonancia en los Centros militares de todo el mundo y pasaron a ser dogma en las escuelas militares de Alemania.
Al general Moltke, ejecutor del plan durante las primeras semanas de la Primera Guerra Mundial, se le acusó de haber mixtificado el "plan Schlieffen" por falta de energía en la ejecución y por ausencia de un espíritu profundamente ofensivo.
Desde entonces, no hubo jefe militar del Ejército alemán que no sometiera a nuevos estudios la doctrina del estratega germano; los errores de 1914 fueron examinados uno a uno en sus detalles más pequeños; las órdenes dictadas por los diferentes mandos, Von Kluck, Von Bulow, pasaron especialmente por el laboratorio de una crítica implacable, de manera que la nueva generación de oficiales se educó en un proceso mental de rectificación del "método Moltke" y en la seguridad de que la victoria no ofrecía duda en el oeste a condición de que las ideas de Schlieffen encontrasen auténticos intérpretes.
3.-"Fall Gelb ", o Plan Amarillo original.
Se proponía el alto mando del Ejército, siguiendo las instrucciones de Hitler, avanzar con una potente ala derecha de sus fuerzas por Holanda y Bélgica del norte y atacar y derrotar a los efectivos franco-británicos que presumía situados en este último país, al tiempo que anulaba a los belgas y holandeses que le saliesen al paso. Era pues esta fuerte ala de choque la encargada de la acción decisiva y la integraban la Sección de Ejército N y el Grupo de Ejércitos B, del general Von Bock, que avanzaban por la región del bajo Rhin y del Eifel, dividido el Grupo de Ejércitos B en tres de estas unidades. Comprendía en total el ala norte 30 divisiones de Infantería y el grueso de las agrupaciones rápidas, con 9 divisiones de carros de combate y 4 de Infantería motorizada. Con lo que venía a contar con casi la mitad del conjunto de fuerzas disponibles en el frente occidental, limitado a 102 divisiones.
Mientras que la Sección de Ejército N tenía por misión la neutralización de Holanda, la de los tres ejércitos integrantes del Grupo B estaba en avanzar atacando por el norte Bélgica, rebasando Lieja por el norte y el sur.
La principal operación de ataque del Grupo de Ejércitos B habría de ser cubierta en su flanco sur por el Grupo de Ejércitos A, compuesto de dos ejércitos, el 12 y el 16, con un total de 22 divisiones de Infantería, aunque sin ninguna agrupación rápida, que avanzaría por el sur de Bélgica y Luxemburgo, después de pasar por el sur de Eifel y por Hunsrück.
El ejército 12 secundaría, por así decirlo, el ataque del Grupo de Ejércitos B escalonándose a su izquierda, a fin de que en los avances del primero quedasen sus flancos protegidos de la posible presión de fuerzas enemigas.
Después de haber atravesado Luxemburgo, el ejército 16 giraría hacia el sur a fin de proteger en sus flancos profundos la operación conjunta, situándose en un despliegue defensivo que habría de correr muy ceñido al norte de la prolongación occidental de la Línea Maginot entre el Saar y el Mosa al este de Sedán.

Al Grupo de Ejércitos C, con dos ejércitos y 18 divisiones de Infantería, se le reservaba la defensa del Muro Occidental desde la frontera luxemburguesa hasta la Suiza, quedando disponibles como reservas de ejército 17 divisiones de Infantería y 2 ligeras.
El objetivo de esta operación era anular los núcleos más considerables que se pueda del Ejército francés y de las fuerzas de sus aliados y conquistar al mismo tiempo la mayor extensión posible de suelo holandés, belga y norte-francés, para que pudiera servir de base a una eficaz guerra aérea y naval contra Inglaterra y de zona protectora del sector del Rhur.

Resumiendo: mediante una fuerte penetración en flecha por la derecha, se iría a derrotar a las fuerzas franco-británicas, que se suponía estaban en Bélgica, mientras que el ala izquierda, más débil, se encargaría de cubrir la acometida, cuyo fin sería la ocupación de la costa del Canal de la Mancha.
El Mariscal de Campo Erich Von Manstein, extraordinario estratega, puso una serie de objeciones a este plan. Veía en estas operaciones un calco de las líneas esenciales del famoso "plan Schlieffen" de 1914 y consideraba, en consecuencia, muy humillante el que a su generación no se le ocurriese nada mejor que reproducir una vieja fórmula. Hacía falta ser muy lego en materias militares para suponer que si los alemanes habían fracasado una vez embistiendo de frente la línea fortificada de Verdún-Toul-Nancy-Epinal, iban ahora a hacer lo mismo frente a la Línea Maginot.
En 1914, todavía se podía contar con la sorpresa operativa como Schlieffen había contado, no por lo que tocaba al avance a través de Bélgica, sí al menos en lo referente a la concentración de fuerzas alemanas en el extremo norte del ala de dicho lado. En cambio, en 1939, no había la menor probabilidad de engañar al enemigo sobre las miras de Hitler.
Schlieffen había concebido su plan para una victoria total y definitiva sobre todo el Ejército francés, envolviéndolo previamente por el norte con un brazo de amplia curva, para barrer así todo el norte de Francia y, avanzando por el oeste de París, acorralarlo al fin contra el frente Metz-Vosgos-frontera de Suiza y forzarle allí a la capitulación. No había vacilado para ello en correr el riesgo de pasar por derrotas iniciales en Alsacia, en la esperanza de estimular al enemigo a una ofensiva en Lorena, por la que él mismo contribuiría a facilitar el pleno éxito de la gran operación envolvente alemana.
Por el contrario, en el plan de operaciones de 1939, la idea de llegar a una decisión total no aparece clara. El objetivo de las operaciones es una victoria parcial y al mismo tiempo una conquista territorial limitada a la posesión de la costa del Canal, a fin de contar en ella con una base para la prosecución de la guerra.
Es posible que el general Von Brauchitsch y su jefe de Estado Mayor se acordaran al redactar este plan, de la observación de Moltke, que aparece en su obra sobre la guerra de 1870 a 1871, cuando dice:
Ningún plan de operaciones puede estimarse de segura validez más allá del primer encuentro con el grueso de las fuerzas enemigas. Tan solo el lego cree ver en el curso de una campaña la estricta y escrupulosa ejecución de un plan concebido de antemano, maduramente pensado en todos sus detalles y mantenido hasta sus últimas consecuencias.
Von Manstein, entendía que, con este plan, no se daba por preexistente la posibilidad de alcanzar una victoria decisiva en el campo francés y había que procurar alcanzar el pleno aniquilamiento del ala norte enemiga, para lograr así la rotunda superioridad indispensable para el segundo arranque, en el que se habría de acabar con las restantes fuerzas de las potencias occidentales en Francia.
4.-Plan de Von Manstein o Plan "Sichelschnitt".
Este trabajo fue realizado por Von Manstein, jefe de Estado Mayor del Grupo de Ejércitos A, que había tenido el apoyo activo del mariscal de campo Von Rundstedt, que mandaba dicho Grupo de Ejércitos. Este plan va íntimamente unido a la idea de la "falcada", o corte de la hoz-Sichelschnitt-, con que el incisivo estilo de Churchill designó el fulgurante tajo de los carros de combate alemanes a través de las Ardenas en 1940, causante de la rápida derrota de las potencias occidentales en el Continente.
Este nuevo plan es más audaz que el anterior. Su fuerza principal está en el Grupo de Ejércitos A. La meta del plan de Von Manstein es provocar el choque de carros en el territorio de las Ardenas. En realidad, el plan de Von Manstein se basa principalmente en la introducción masiva de las nuevas armas blindadas. Frente a las Ardenas está la "prolongación" de la Línea Maginot, que no está tan bien construida y realizada como las fortificaciones del Rhin y las existentes frente a los bosques del Palatinado. Este descuido fue debido a la creencia del gobierno francés de que un ataque en toda la línea a través de las Ardenas era algo totalmente imposible.
Por lo tanto, los carros –según el plan de Von Manstein- habrán de avanzar en dirección noroeste hacia la costa del Canal. No como estaba previsto en el plan de Schlieffen, donde hubieran debido hacerlo en dirección sur para penetrar así en Francia. De esta forma, el grueso de las tropas contrarias, las de Francia, quedan separadas de sus bases. Estas tropas contaban, naturalmente, con una repetición del antiguo plan de Schlieffen y se aprestaban a enfrentarse a los ejércitos alemanes que penetrasen en Holanda o Bélgica.
La concepción era atrevida, simple y admirablemente adecuada a las nuevas ideas de la guerra de blindados. En el norte, el Grupo de Ejércitos B del general Von Bock atraería a los franceses y británicos hasta su línea de frente y los retendría tan vigorosamente que no `podrían desentenderse con el fin de atacar el flanco del avance de Von Rundstedt.
El Grupo de Ejércitos A, al mando del mariscal de campo Von Rundstedt, tenía su límite norte al sur de Lieja y estaba compuesto por tres ejércitos: el cuarto, duodécimo y decimosexto, con un total de 45 divisiones.
El Grupo de Ejércitos C tenía a sus primero y séptimo ejércitos desplegados desde Luxemburgo hasta la frontera suiza. Siete divisiones panzer estaban concentradas al mando del general Von Kleist y avanzarían a través de las "impenetrables" Ardenas para abrir una brecha en el Mosa entre Dinant y Sedán.
El ataque principal sería realizado por el XIX Cuerpo Panzer de Guderian y el XIV Cuerpo de Ejército Motorizado de Von Wietersheim.
El objeto de la ofensiva occidental tendría que ser el conseguir la victoria decisiva en tierra. Perseguir solamente éxitos parciales, como parece que se hace en el plan del Alto Mando del Ejército, no justificaría ni el precio político, la violación de la neutralidad de tres países, ni el militar.
El punto de gravedad del ataque alemán debería recaer sobre el Grupo de Ejércitos A y no sobre el Grupo B; este iría a embestir más o menos frontalmente a un enemigo prevenido y, aunque tuviese un éxito inicial, podría acabar encallando en el Somme. La auténtica oportunidad la tendría el Grupo de Ejército A, el cual, mediante una embestida de sorpresa a través de las Ardenas –donde el enemigo apenas podría esperar la intervención de los carros de combate teniendo en cuenta la configuración orográfica- en dirección al Somme inferior; podría cortar entonces, delante de este río, a las fuerzas enemigas que acudiesen en socorro de Bélgica. Sólo así cabría esperar la destrucción de toda el ala norte del enemigo en Bélgica como condición previa para la victoria total en Francia.
Para el éxito, era el Grupo de Ejércitos "A" el de situación más ventajosa, pero también era el que mayores riesgos había de afrontar. Si los franceses actuaran como la situación lo aconsejaban, tratarían de evitar una decisión adversa en suelo belga, retirándose posiblemente al otro lado del Somme. Entonces concentraría todas las fuerzas disponibles y las ordenaría para una contraofensiva en gran escala contra el flanco sur alemán, con la intención de embolsar el grueso del Ejército alemán situado en Bélgica o, en su caso, delante del bajo Rhin.
Para prevenir este riesgo, era preciso anular ya en su origen todo movimiento aliado contra el flanco sur alemán que pudiera iniciarse bien a ambos lados del Mosa, bien entre el Mosa y el Oise, y para tener luego la posibilidad de coger por detrás la Línea Maginot, sería indispensable romper de antemano la cohesión del frente aliado en aquel sector.
El Grupo de Ejército A, que habría de soportar el peso principal de la operación conjunta, necesitaría para ello tres ejércitos en vez de dos. A efectos de desplazamiento o dislocación del punto de gravedad de la operación del Grupo de Ejércitos B al Grupo A, se requería, un ejército más, que por razones de espacio solamente en el curso del progreso de la ofensiva habría de ser incorporado, pero que tendría que estar disponible desde el primer momento y grandes fuerzas de carros de combate.
Este plan de ataque concebido por Von Manstein, fue duramente criticado por el alto mando del Ejército alemán, pues consideraba que no podía tener efectos militarmente decisivos y alegaba que la proporción de fuerzas alemanas respecto a las aliadas no brindaba perspectiva alguna de victoria aplastante, ni la disposición de ataque frontal de la operación permitía abrigar esperanzas de que se le pudiese atacar por los flancos y la retaguardia. Por lo que probablemente habría de terminar la acción en una batalla frontal junto al Somme. Además, también se consideraba un inconveniente el terreno por el que pasaban los medios blindados y ponía en duda la colaboración aérea y blindada que constituían los dos triunfos máximos del plan Manstein
El comandante en jefe del 19 Cuerpo de carros, general Guderian, no estaba de acuerdo con el nuevo plan; solo cuando Von Manstein le explicó la idea operativa de su plan, así como su lucha por conseguir que el punto de gravedad de la acción conjunta pasase al ala sur, o sea, al Grupo de Ejércitos A y Guderian se percató de la magnifica oportunidad de alcanzar la desembocadura del Somme a retaguardia del enemigo, cambió de parecer y abrazó con entusiasmo el nuevo plan. Un entusiasmo que ya no le abandonaría y que pareció prestar alas a los carros de combate alemanes en su asombrosa carrera hasta llegar a la costa del Canal a espaldas del enemigo. Para Von Manstein fue un gran alivio el que Guderian no hallase irrealizable el avance a través de las Ardenas, a pesar de las dificultades orográficas.

Sin embargo, para el General Jodl, este plan de Manstein, representaba una argucia operativa, una veleidad temeraria, en la que se podrían ver atrapados por el dios de la Guerra.
5.-Elección del "Plan Manstein".
El 17 de febrero de 1939, Von Manstein tiene que presentarse ante Hitler, quien, en calidad de jefe supremo del Ejército, le recibe por haber sido nombrado comandante en Jefe del 38 Cuerpo de Infantería. Hasta ahora, Von Manstein ha sido jefe de Estado Mayor del Cuerpo de Ejército A, bajo el mando del general en jefe Von Rundstedt. Si ha sido depuesto de su cargo se debe, al menos eso parece, al hecho de haber intentado llevar a la práctica su "loco" plan, con lo que se ha ganado la enemistad del O.K.H., de tal forma, que ni siquiera se le transfiere a una división blindada, sino que se pasa al 38 Cuerpo de Ejército –Infantería-, que iba a ser formado en Stettin e inspeccionar las divisiones de nueva formación localizadas en Pomerania y Posen, constituyendo esto un modesto cometido.
En esta presentación, Hitler le preguntó a Von Manstein por su plan de ataque en el frente occidental, tomando buena nota de todos sus planteamientos hasta sus más pequeños detalles. Von Manstein, se dio cuenta de la extraordinaria presteza con que Hitler se compenetraba de los puntos de vista que, el Grupo de Ejércitos A trataba de imponer desde hacía meses; es decir, el plan Manstein, su propio plan.
Hitler tiene un lugar en su mente para dar cabida a lo audaz, arriesgado, revolucionario y en definitiva a las nuevas ideas.
Aparte de Daladier, ni uno solo de los políticos occidentales participa de las avanzadas ideas de Hitler, lo cual será la perdición de las potencias occidentales, especialmente de Francia.
Hace ya bastantes años un cierto capitán llamado Charles De Gaulle tuvo en Francia unas ideas muy parecidas con respecto a ciertas tácticas en las que pudieran ser usados principalmente los carros de combate. Las ideas de Charles De Gaulle y las de Guderian eran muy semejantes al respecto.
En Francia, los jefes militares desecharon la idea de De Gaulle de usar los carros como arma de maniobra rápida, en vez de prestar el servicio de apoyo que normalmente hacían, protegiendo el lento avance de la infantería.

Guderian, en Alemania, tropieza con la misma oposición por parte de los jefes militares, especialmente los que tomaron parte activa en la Primera Guerra Mundial y que rechazan totalmente la puesta en práctica de sus ideas revolucionarias. Guderian, que entretanto ha ascendido a general del Cuerpo Acorazado, expone al Alto Estado Mayor, O.K.H., que sus carros pueden atravesar las Ardenas y romper las fortificaciones enemigas. El general de Estado Mayor Halder mueve la cabeza de forma dubitativa, no cree en la probabilidad del aserto.
Días más tarde, durante la conferencia entre Guderian y el general Wietersheim, quien está encargado de secundar los planes del primero con su ejército motorizado, este último se muestra tan pesimista que llega a declarar no tener ya confianza alguna en la dirección de la operación.
Guderian escribe en sus memorias que el plan de Von Manstein, que él ya había hecho suyo, era de gran eficacia:
Aparte de Hitler, Von Manstein y yo, nadie tiene fe en la eficacia de los carros de combate. Nadie cree que estos puedan pasar por las Ardenas, ni tampoco en un traslado masivo de tropas tras los carros.
Sin embargo, había sucedido una cosa a la que luego habrían de atribuir muchos mandos, influencia decisiva en la ulterior modificación del plan de operaciones en el sentido concordante con el propuesto por el Grupo de Ejércitos; es decir, el plan Manstein.
El 10 de enero de 1940, un comandante alemán de paracaidistas se dirigía en vuelo a Colonia con un amigo en un pequeño avión Me 108. Hellmuth Reinberger tenía que llevar documentos clasificados como de alto secreto a una conferencia secreta que tendría lugar en el cuartel general de la Segunda Flota Aérea alemana. Los planes estaban relacionados con el plan aéreo de la invasión de Holanda y Bélgica.
De repente, empeoraron las condiciones meteorológicas y el piloto, al darse cuenta que se había perdido, comenzó a cambiar de dirección, cuando el motor falló. Consiguió aterrizar en un aeródromo cubierto de nieve, situado en territorio belga. Reinberger intentó quemar los vitales documentos detrás de un seto. Pronto, ambos hombres fueron arrestados y llevados a un puesto belga. Aquí Reinberger intentó de nuevo destruir los documentos restantes echándolos dentro de una estufa.
Al anochecer, el resto de los papeles estaba en manos del cuartel general belga y había pruebas suficientes sobre la intención alemana de invadir el norte de Francia a través de Bélgica y Holanda.
Este hecho, influyó sobre las estrategias de las potencias beligerantes:
1º.- La estrategia alemana, tenía que contar, por tanto, con que las potencias occidentales fuesen puestas al corriente por Bélgica del plan de operaciones adoptado. Parece razonable suponer, que el desafortunado incidente tuviese la virtud de predisponer a Hitler y al alto mando del Ejército a modificar el plan original. Aunque con reticencias por parte del general Von Brauchitsch, comandante en jefe del Ejército y hombre de excepcional inteligencia, fueron modificándose poco a poco los detalles de la operación, hasta adaptarse totalmente al plan Manstein.

Después de este
incidente, es cuando Hitler se entrevista con Von Manstein, como ya hemos
visto, para pedirle detalles e ir adecuándose a su plan. Hitler ordena que se
realice un estudio definitivo del plan de Von Manstein, que de esta manera pasa
a constituir el "Fall Gelb", o "Plan Amarillo" revisado.

2º.- La estrategia francesa, estaba dirigida por el general Gamelin. El efecto que este incidente produjo en Gamelin fue el de convencerle de la intención alemana de llevar a cabo una segunda edición del plan Schlieffen de 1914. Pero, a pesar de todo, Bélgica permaneció tenazmente neutral.
En marzo,
Gamelin puso en vigor definitivamente el plan Dyle-Breda. A la izquierda estaba
el fuerte Séptimo Ejército del general Giraud. A continuación venía el B.E.F.-
Fuerza Expedicionaria Británica- al mando de Lord Gort, que avanzaría hasta el
río Dyle entre Louvain y Wavre; a continuación, el Primer Ejército del general
Blanchard ocuparía el desfiladero de Gembloux hasta Namur, en el Mosa, mientras
el Noveno Ejército del general Corap avanzaría para ocupar la línea del Mosa al
norte de Sedán.
En este punto fue situado el Segundo Ejército del general Huntziger que llegaba hasta el comienzo de la Línea Maginot, en Longwy.

Estas dos divisiones eran bastante mediocres; las mejores divisiones y la mayor parte de los blindados fueron situados para contraatacar a los alemanes en el norte y para ayudar a Holanda.
El avance a través de las Ardenas era considerado por el Alto Mando francés como "impenetrable" para un ejército moderno. Si se produjera un ataque en esta dirección, tendría que ser con apoyo de la artillería pesada, cuyo establecimiento llevaría gran cantidad de tiempo en una región de esas características, lo que daría a Francia mucho tiempo para traer sus tropas de reserva.
En resumen, las fuerzas británicas y francesas, al mando de lord Gort y del general Maurice Gamelin, respectivamente, esperaban confiadas cualquier ataque alemán. En el oeste, el equilibrio de fuerzas estaba igualado y parecía que los alemanes iban a hacer exactamente lo que esperaban los aliados. Pero los aliados tenían muchos puntos débiles.
Gamelin era anciano e inflexible y cuando estaban ocurriendo los sucesos, seguía en su castillo-cuartel general, distante y despreocupado. Además, Gamelin estaba tan seguro de que su planteamiento era el correcto, que solo tenía elementos de dos ejércitos franceses, bastante débiles, para defender la zona de las Ardenas, principalmente formadas por divisiones de reserva. Estos hombres pronto se iban a enfrentar al grueso del ataque alemán, llevado a cabo con 1.800 carros.
6.- Ejecución del Plan Manstein.
El día antes de empezar el ataque, Hitler dijo a sus generales:
Señores, están a punto de ver la victoria más famosa de la historia.

Aunque se estaba arriesgando enormemente, Hitler no se equivocaba mucho.
El 10 de mayo de 1940, se produjo el ataque de la Luftwaffe contra Holanda, bombardeando los campos de aviación en donde la Fuerza Aérea holandesa estaba concentrada. Detrás venían los paracaidistas de la División Aéreotransportada. Aquí es donde se podía apreciar con toda claridad la fuerza de la Luftwaffe.
Vigilando sobre los panzers apelotonados a lo largo de las carreteras desde Eifel a las Ardenas, estaban los aviones de combate para impedir que cualquier avión espía aliado pudiera observar la gran concentración de carros.
Detrás venía la infantería motorizada, a continuación, los vehículos pesados con los suministros y, finalmente, los regimientos de Infantería de a pie, cuya misión sería consolidar el terreno capturado por los panzers. La hilera de vehículos y tropas se extendía más de 100 millas a retaguardia.
El comandante supremo aliado, el general francés Maurice Gamelin, puso en marcha el Plan D. Mientras las fuerzas belgas escasamente equipadas retrocedían ante los alemanes, tres ejércitos mecanizados, el primero y séptimo franceses y la Fuerza Expedicionaria Británica, se desplazaron hasta el río Dyle.
Los Aliados, por supuesto, no sabían nada del "Plan Amarillo", modificado de los alemanes y al desplazar sus mejores tropas hacia el norte, a territorio belga, le hacían el juego al enemigo.
Por parte alemana, se puso en marcha el contundente ataque que el general Erich Von Manstein había tramado inteligentemente y que Adolf Hitler aprobó tan jubilosamente: el Grupo B de Ejército del General Hedor Von Bock, que incluía 29 Divisiones, se dirigía a través de Holanda y Bélgica mientras que las 45 divisiones del Grupo A del general Von Rundstedt iban a introducirse en Francia a través de la región montuosa de las Ardenas, salvando el flanco de la vanagloriada Línea Maginot.
Los franceses, que creían que el terreno era infranqueable para las fuerzas enemigas, habían situado su ejército más débil, el noveno, en el frente de las Ardenas. Se dieron cuenta de su error cuando descubrieron la orientación del ataque alemán. Hacia el día 11, el mando aliado ve con mucha claridad que el ataque principal no se producirá entre Namur y Amberes, sino entre Namur y Sedán, o acaso más hacia el Oeste, en el sector cubierto por el Tercer Ejército francés.
Es entonces cuando la zona que los franceses han designado con el nombre de la "bisagra" adquiere una importancia y una significación muy importante. En tiempo de paz, a partir de 1937, mandaba esta región el general Corap
Era un delicado sector de la frontera francesa, porque se encontraba próximo a las últimas fortificaciones de la Línea Maginot y podía atraer la atención de los alemanes. El general Corap se quejó de que, hasta el año 1939, a duras penas se consiguió un franco de crédito especial para preparar la zona-gozne o bisagra. El mando supremo francés creía más peligroso el trozo de frente cubierto por la plaza de Maubeuge o el encomendado al Tercer Ejército. Sin embargo, allí estaba la posible brecha.
En el dispositivo Amberes-Dyle-Lovaina-Namur, "plan Dyle", que no llegó a cumplirse por completo, puesto que la rápida retirada belga impidió ocupar la línea del Dyle de un modo adecuado, el Noveno Ejército recibió la consigna de resistir a toda costa entre Namur y Pont-Bar, del mismo modo que, a su derecha, el Segundo Ejército había de conservar sólidamente sus posiciones, a fin de que sobre ese artificio de bisagra pudiera apoyarse el resto de las tropas francesas de maniobra en las llanuras y lomas de Bélgica.
Mientras los ejércitos alemanes del oeste irrumpen violenta y vigorosamente en Holanda, Bélgica y Luxemburgo, el plan francés de establecimiento de una línea en Bélgica parece que se cumple con exactitud. Algunas Grandes Unidades se retrasan en su horario, pero se trata de incidencias normales en un movimiento de tal amplitud y no se resiente esencialmente la marcha del grueso de las tropas.
Los generales Giraud, Lord Gort y Blanchard han dirigido muy bien los movimientos de sus divisiones y todo hace suponer que el "plan Dyle", será llevado a la práctica .El frente cubierto por Corap y Huntziger cumple perfectamente su misión de gozne o bisagra. Pero en ese sector va a embestir el Grupo de Ejércitos A del mariscal Von Rundstedt, que trataba de romper el gozne de la bisagra, destrozando al Noveno y Segundo Ejército francés.
Una vez destruida la "bisagra", era seguro que los ejércitos del general Billote, alineados en Bélgica, quedarían amenazados de envolvimiento y sus comunicaciones en trance de corte muy grave.
Mientras se enfrentaban a las fuerzas del mariscal de campo Von Bock; es decir, el Grupo de Ejércitos B, los británicos y los franceses no se dieron cuenta de que en ese mismo momento las unidades "panzer" alemanas estaban abriéndose paso a través del difícil terreno de las Ardenas.
Fue uno de los momentos más críticos de la batalla. El Grupo de Ejércitos A estaba atrapado en un embotellamiento de casi 160 km de distancia. De no haber estado los aliados completamente ocupados por la diversión del Grupo de Ejércitos B, podrían haber parado en seco la ofensiva alemana en las Ardenas. Pero el secreto se mantuvo y el 11 y el 12 de mayo los carros alemanes empezaron a salir de las Ardenas.
El gran cuartel general de Francia comprendió el peligro en que estaba, pero el general Gamelin todavía confiaba en una circunstancia casi decisiva: la profundidad del cauce del Mosa en la región. El Mosa es un obstáculo serio en sí mismo y lo bordean grandes alturas ocupadas por tres líneas de fortines que permiten una gran visibilidad hacia el norte.

Los alemanes se enfrentaron entonces al momento decisivo de la operación: el cruce del río Mosa, en las afueras de Sedán. Si los franceses se hubieran mantenido firmes tras la barrera del río, los alemanes habrían perdido el empuje de su avance y, posiblemente, eso hubiera supuesto el fracaso de su plan innovador. Al final, la victoria del Mosa se debió a la velocidad y la flexibilidad de las divisiones "panzer" alemanas.
Al contrario que Gamelin, atrincherado en su distante cuartel general, los alemanes adoptaron un sistema de mando más ágil. Guderian iba en vanguardia cuando se iba acercando a la barrera del río. Con la gran iniciativa que le había dado Rundstedt, Guderian tuvo la posibilidad de reaccionar cuando lo requirió la situación, en lugar de verse obligado a esperar órdenes, con lo que hubiera dejado pasar la oportunidad.

Al tomar Hitler la decisión de poner en práctica el plan de Von Manstein, fue nombrado para que lo llevase a cabo el general Ewald Von Kleist, que fue sacado de su retiro. Von Kleist era un general de Caballería típico, más bien chapado a la antigua y de talante conservador. Para esta misión se le nombró Comandante Supremo del Cuerpo Acorazado, que tenía la misión de llevar a buen fin el "Plan Sichelschnitt". Un antepasado de Von Kleist fue mariscal de campo bajo el mandato de Federico II el Grande.
Se le encargó esta misión, ya que, Von Kleist, además de no ser un estratega con los carros, también era un enemigo de los mismos como arma decisiva.

Halder se equivocó al no contar con la vehemencia de Guderian, ni con el recientemente nombrado general de la 7ª División panzer, que recibió del enemigo el sobrenombre de "División Fantasma". Este general era Edwin Rommel, que fue el general de división más joven de Alemania.
Von Kleist, que tenía que ser el freno de la fogosidad de Guderian, según los deseos de Halder y del O.K.H., se vio arrastrado por Guderian y por los éxitos del joven estratega de carros Rommel.
Guderian pidió a la Luftwaffe apoyo aéreo directo para tener cobertura cuando las unidades de infantería cruzasen el río, en botes de goma, para tomar pequeñas cabezas de puente en la otra orilla. A continuación, avanzaron los zapadores y, en diez horas, habían construido un puente de pontones para que los carros pudieran cruzar el río.
A continuación, los carros alemanes cruzaron a toda velocidad los puentes de pontones y empezaron a golpear al Ejército francés. Los contraataques franceses eran desesperados, tardíos y mal coordinados. Los franceses lanzaron una masa de carros de combate contra las cabezas de puente alemanas, pero los carros galos eran más lentos que los alemanes, su capacidad de combustible más reducida y carecían de aparatos de radio. Cuando las fuerzas aéreas aliadas atacaron las posiciones alemanas se encontraron con una enorme concentración de baterías antiaéreas y sufrieron numerosas pérdidas.
Tras cruzar el río en gran número, las columnas blindadas alemanas se diseminaron en abanico al tiempo que avanzaban hacia el oeste y sembraban el terror en la retaguardia de las fuerzas francesas.

El general Edwin Rommel, al mando de la 7ª División panzer, describió el pánico creado:
Civiles y soldados franceses, sus rostros deformados de terror, se amontonaban en los fosos, junto a los setos y en cualquier hoyo junto a la carretera. Siempre la misma imagen, tropas y civiles huyendo desordenadamente por ambos lados de la carretera, una confusión de cañones, carros de combate y vehículos militares de todo tipo, mezclados con las carretas tiradas por caballos de los refugiados.
El 13 de mayo, los alemanes habían cruzado el Mosa por Sedán, sorprendiendo al X Cuerpo de Ejército francés en inferioridad de fuerzas. Aun así, Guderian seguía en una situación vulnerable mientras sus unidades cruzaban lentamente el Mosa.
El 14 y 15 de mayo, elementos de la 3ª División Acorazada francesa atacaron el flanco de Guderian, poniendo en peligro la operación alemana. Pero los alemanes, utilizando cañones antiaéreos de 88 mm., en misión antitanque, consiguieron rechazar el ataque, bastante desorganizado y destruir 33 carros franceses. Neutralizado el contraataque, los alemanes habían abierto de golpe una brecha de unos 80 km. en las líneas francesas. Los blindados alemanes empezaban su avance hacia el norte.
El 16 de mayo, los alemanes habían abierto una brecha de 100 kilómetros en la línea de defensa francesa. A través de esta brecha, se abrieron paso los carros de combate, blindados y motocicletas, tal como lo había previsto el general De Gaulle en 1933, al explicar su propio concepto sobre el uso de carros en las guerras futuras:
Abrirán el camino a grandes victorias, sus rápidos y profundos efectos harán que se desmorone el enemigo, del mismo modo que a veces, el derribo de un pilar puede hacer caer una catedral.
El 17 de mayo, la 4ª División Acorazada francesa, organizada apresuradamente y al mando del coronel Charles De Gaulle, atacó en Laon a los panzer que avazaban, pero fracasó. A pesar de todo, el mando alemán empezó a preocuparse por la vulnerabilidad de sus flancos a medida que los panzer seguían avanzando hacia el norte por territorio enemigo.
Pero los alemanes no tenían por qué preocuparse, porque el superado Gamelin había perdido el control de los acontecimientos y no tenía reserva acorazada con que atacar los flancos alemanes.
El éxito fue tan repentino y extraordinario, que ni los propios alemanes se lo pudieron creer al principio. En el cuartel general, los mapas les mostraban una cuña grande y vulnerable en las líneas francesas. Pero, a diferencia de los hombres que estaban en el frente, los estrategas del cuartel general no podían hacerse una idea de la confusión que reinaba en el Ejército francés.
Dos veces, durante los primeros días de la penetración, Guderian se encontró con que su avance era frenado por superiores cautelosos, que querían darle a la infantería el tiempo suficiente para alcanzar a los carros y formar un frente continuo y combinado, como habían hecho en la Primera Guerra Mundial, y lo mejor era dejar a los carros de combate que avanzasen a su aire.
Hitler estaba más nervioso que nadie. Increpó al general Halder porque sus comandantes estaban poniendo en peligro la batalla al dejar que los carros avanzasen demasiado sin apoyo de la infantería. Todo el Alto Mando alemán cerró filas en torno a la agresiva necesidad de explotar lo que ahora se presentaba como una oportunidad única.

El 20 de mayo, las unidades de avanzada de Guderian estaban en Amiens y Abbeville, habían avanzado más en 10 días que los Ejércitos del káiser en la Primera Guerra Mundial en cuatro años.
Esa noche, las columnas blindadas alemanas alcanzaron el pequeño pueblo francés de Noyelles, en el Canal. Se transmitió la noticia a Hitler, que no cabía de contento, como su jefe del Estado Mayor, general Jodl, anotó en su diario. Tenía buenas razones para alegrarse, su riesgo calculado había dado lugar a uno de esos acontecimientos decisivos que cambió el curso de las guerras.
Al llegar al Canal, los alemanes, habían copado a las fuerzas aliadas en Bélgica. Pero el cerco alemán todavía era endeble y los aliados hicieron un intento de ruptura.
El 21 de mayo, dos divisiones británicas, apoyadas por dos batallones de carros, atacaron a los alemanes en Arras. Pero careciendo de las muy necesarias fuerzas de reserva, el ataque fue demasiado débil; las fuerzas aliadas estaban irremediablemente copadas en Bélgica. La batalla cerca de Arras se prolongó varios días, pero el principal avance alemán continuó sin obstáculos. Rommel obligó a retroceder a los Aliados con su artillería y baterías antitanque y luego contraatacó con sus carros de combate.
El general Blanchard, que había sustituido al general Billote, muerto en accidente de tráfico el día 21 de mayo, sucumbió a la contagiosa parálisis de la voluntad.
Marc Bloch, el distinguido historiador francés que sirvió como oficial bajo las órdenes de Blanchard, le describió:
En trágica inmovilidad, sin decir nada, tan solo contemplando el mapa extendido sobre la mesa, como esperando encontrar en él la decisión que era incapaz de tomar.
El 24 de mayo, la vanguardia alemana hizo una breve tregua, a solo 24 km. de Dunkerque, para dar tiempo a la Infantería mecanizada de cerrar una brecha vulnerable de las líneas alemanas.
El 26 de mayo, con las fuerzas aliadas encerradas en una bolsa cada vez más pequeña, Churchill tomó la decisión de rescatar a tantas fuerzas aliadas como fuera posible con una misión de evacuación por mar.
El 26 de mayo, el general Weygand, sustituto de Gamelin, cuando todo se desmoronaba en el norte, envió telegramas a Gort y a Blanchard ordenándoles que lanzasen un ataque hacia el sur con confianza y la energía de un tigre y les aseguró que el avance francés del sur marcha perfectamente. No marchaba en absoluto, no podía haber ningún ataque de cierta significación en el sur.

El 28 de mayo, después de 18 demoledores días de ver a sus pequeñas y valerosas fuerzas hechas añicos, Leopoldo de Bélgica capituló ante los alemanes. La Wehrmacht, habiendo liquidado la resistencia aliada en Bélgica, giró ya hacia el sur, hacia París.
En efecto, no había ninguna fuerza capaz de frenar eficazmente la ofensiva de carros alemanes dentro de la Francia continental. Como resultado de este avance inexorable, voces influyentes en París empezaron a susurrar, primero y luego a decir en voz alta, una palabra que solo unos días antes habría sonado a traición: rendición.
7.-Valoración personal del "Plan Manstein".
El plan "Sichelsnitt" había sido un éxito, en cuestión de días había llevado a Francia a una humillante derrota.
Este éxito fue debido a las siguientes circunstancias:
- A.- Haber elegido el Mando Supremo del Ejército, es decir, Hitler, el plan del mejor estratega militar de la Segunda Guerra Mundial. Fue una idea innovadora, profundamente dinámica, que rompió todos los esquemas preconcebidos del enemigo. Se tradujo en un corte total, limpio y con muy pocas bajas, dejó fuera de la contienda al ejército más potente de Europa. Prueba palmaria de ello es que, siendo el Ejército del General Giraud el mejor de Francia, aquel en que se habían depositado más vivas esperanzas, fue situado en el ala izquierda, apoyándolo en el mar, de manera que apenas pudo intervenir eficazmente. En cambio, se enviaron tropas mal encuadradas y peor entrenadas a los sectores abiertos desde Namur a Sedán, ignorando radicalmente que allí se produciría el "acontecimiento estratégico". Mientras los blindados alemanes se abrían paso hacia el mar, los aliados pensaban, equivocadamente, que se iban a dirigir a París. Pero el plan alemán era otro y Hitler observó acertadamente que "los aliados no han sabido captar la idea básica de nuestra operaciones".
B.- La diferente utilización de los medios materiales ya existentes, que dio lugar a la moderna guerra relámpago –"Blitzkrieg"-, basada fundamentalmente, en la estrecha cooperación del Ejército y la Aviación en el frente. Churchill escribe en sus "Memorias", lo siguiente: "La supremacía de los alemanes en su planeamiento, en el mando en la actuación y en la fuerza real era bien visible, pero sobre todo, el irresistible empuje de grandes columnas blindadas".
C.- La moral de los aliados era muy baja, especialmente en Francia. Cuando estalló la guerra en 1939, Francia entró en ella de mala gana puesto que ya la estaba temiendo desde que acabó la Primera Guerra Mundial. El terrible número de bajas que había dejado una cicatriz en cada una de las familias francesas, no podía ser olvidada. Además, la nación estaba dividida políticamente y socialmente. En Alemania también había muchas personas que recordaban los sufrimientos de la Gran Guerra, pero mucha gente, especialmente, los jóvenes creían en Hitler y en sus éxitos, también los generales partidarios de las nuevas ideas, trasmitían un entusiasmo contagioso. Cuando el General Heinz Guderian, que encabezaba el ataque, cruzó el Mosa en una barcaza de asalto, encontró a sus tropas en un ambiente de entusiasmo y la actitud de algunos oficiales más jóvenes casi alegre.
D.- La ejecución del plan fue perfecta. Manstein dice: "Fueron alma de la afortunada expedición, además de la enérgica actuación de su Comandante, General Coronel Von Rundstedt, tan compenetrado y poseído de sus directrices, el brío admirable con que el General Guderian supo verter a la viva realidad la idea operativa del Grupo de Ejércitos A".
En definitiva, el plan del mejor estratega de la guerra, realizado con técnicas nuevas, con una moral alta y perfectamente ejecutado dio lugar a una de las más brillantes victorias militares, con un rosario de éxitos casi inigualado en la Historia de la Guerra.
BIBLIOGRAFÍA
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